¨LA VOZ DEL CASTILLO¨
¡Holaaaa!
¡Holaaaa! ¿Escucháis? Aquí niños, aquí. No miréis desconcertados hacia
cualquier parte. Soy yo, vuestro castillo el que os habla. ¿ Por qué reis?
¿Acaso creéis que las piedras no podemos ser tan parlanchinas como
vosotros? Toda la vida de Fregenal
discurre bajo mi atenta mirada. Me entero de vuestras vidas y también he
aprendido a guardar vuestros secretos.
No olvidéis que estoy en el centro de la ciudad y, aunque hace siglos, que en
contra de su voluntad, me abandonara el último templario, yo sigo montando
guardia.
¿Sabéis de cuando datan mis primeras referencias? Os
contaré que eligieron muy bien donde asentarme, sobre esta suave colina,
domino toda la población y ese paisaje, que parece
hipnotizar desde aquí, y es el alma vuestra, frexnenses. ¿Desde cuándo estoy aquí? Pues aunque de mi
construcción no se sabe nada exacto (y ,
yo todavía era muy pequeño para escribir mi historia), me consideran de fundación templaría ,en
cualquier caso , soy una fortaleza de considerables dimensiones. ¿No creéis?
Conservo siete torres, y mi entrada principal,
se abre en un arco apuntado, con poderoso matacán bajo el que aún luce
el escudo templario. Por esa puerta que hoy habéis cruzado, hace siglos que reyes, soldados, caballeros,
guardias reales, tropas francesas, ya lo hicieron.
Fui
encomendado a la Orden del Temple allá por el siglo XIII, y si pegáis vuestros oídos a mis murallas,
imaginaréis batallas que en verdad
existieron. Mis piedras os contaran, en silencio, la Historia de vuestro
pueblo. Todas guardan leyendas de caballeros vestidos con manto blanco y una
cruz latina en la espalda y en el pecho. Si acercáis vuestros oídos, escucharéis
choques de espadas, y también los pasos de algún caballero que no quiso abandonar la ciudad ...
¿Os
cuento un secreto? Yo escucho los pasos de ese hombre, se llama Mateo, pasea dia y noche por mis murallas, buscando
tesoros, buscando otros tiempos…Y cuando suenan las campanas de Santa María, y llega en las novenas de la Virgen, el olor
del azahar y del incienso, sólo entonces se tranquiliza y reza. Es como si su
espíritu no quisiera abandonarme nunca y así no se olvide la Historia de
vuestro pueblo.
¿Habéis
observado con detenimiento todas mis torres? Fijaos de nuevo en la que más
destaca, es la torre del Homenaje, donde
se edificó un campanario con reloj a finales del siglo XVIII. Antes, ¡ay niños!
Eran los halcones y sus vuelos, impacientes o ansiosos, alegres o agradecidos,
con sus señales y reclamos marcaban el tiempo. Todavía hoy, si venís aquí una
noche de luna llena, escuchareis sus silbidos…
También
sufrí el olvido y abandono, el interés de los tiempos…
En
mi patio de armas, allá por 1783,
construyeron una plaza de toros y desde entonces, muchas son las tardes que en
estas murallas resuenan clarines y
timbales, entre gritos y música, vuelve a romperse mi silencio.
Ya no era época de mercaderes callejeros y,
en 1913 me construyeron también un
mercado de abastos, ¡qué bullicio y algarabía en los puestos aquellos!
Ahora
niños, ¿entendéis por qué tengo mi voz cansada?
Cuidadme, cuidadme mucho, sólo así convertiréis en rosas mis heridas del
tiempo.
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